En uno de los libros más completos sobre la historia de la música pop-rock (“Yeah!, Yeah!, Yeah!. La historia del pop moderno”) Bob Stanley dice que el rock and roll vino a salvar las brechas que después de la II Guerra Mundial separaban a las culturas de Gran Bretaña y los Estados Unidos, a los jóvenes de los adultos, a los blancos de los negros.
Eran los años cincuenta, y el rock and roll también recortaba diferencias entre el arte y el comercio y tendía puentes entre la alta cultura y la cultura de masas. Si hubo un músico al que se debe esta influencia sin duda fue Chuck Berry, un intérprete y compositor cuyos temas (“Roll Over Beethoven”, “Memphis Tennessee”, “Carol”, “Rock And Roll Music”, “Sweet Little Sixteen”, “Johnny B. Good”) versionaron desde Beatles y Rolling Stones hasta Elvis Presley.
Chuck Berry murió en marzo del 2017, habiendo dejado listo para su publicación un disco que hay que escuchar ahora como el testamento de uno de los músicos más carismáticos del rock and roll. Este disco, titulado genéricamente “Chuck”, salía a la venta en todo el mundo el 16 de junio del año pasado. Semanas antes se divulgaba a través de las redes el tema “Big Boys”, la canción estrella del álbum, en cuya grabación participaron músicos como Tom Morello, guitarrista de Rage Against the Machine, y el cantautor Nathaniel Rateliff.
“Big Boys” tiene un comienzo con un solo de guitarra muy similar al de “Johnny B. Goode”, tema del que se incluye una nueva versión (ahora con el título de “Lady B. Goode) cuyos intensos solos de guitarra sostienen la voz de Chuck Berry, que en este tema se nota más debilitada a causa de las inevitables comparaciones con las anteriores conocidas.
El día que cumplió 90 años el propio Chuck Berry anunció la inminente publicación de este álbum. Era su primer trabajo de estudio en casi cuatro décadas, desde “Rock It”, en 1979, y estaba dedicado a Toddy, su esposa Themeta Berry, con quien llevaba casado desde 1948.
“Chuck” está compuesto por diez canciones, todas nuevas excepto “Lady B. Goode” (aunque hay variaciones en su letra original), ocho de las cuales fueron escritas por el propio artista. El álbum, producido por el propio Chuck Berry, fue grabado en varios estudios de San Luis (Misuri), su ciudad natal, acompañado de los músicos habituales de sus últimas actuaciones en directo: sus hijos Charles Berry Jr. (guitarra) e Ingrid Berry (voces y armónica), junto a Jimmy Marsala (bajista), Robert Lohr (piano) y Keith Robinson (batería). Además de Morello y Rateliff, Chuck contó también con las colaboraciones de Gary Clark Jr. y de Charles Berry III.
El tema que abre el álbum, “Wonderful Woman”, el más extenso (5 minutos 20), es un rock and roll con guitarras en primer plano que recuerdan la fuerza rítmica de sus mejores años. Hay también baladas blues (“You Go To My Head”) y country (“Darlin”) en las que la voz de Chuck Berry se desliza sobre un piano suave, acompañada en dueto por la de su hija Ingrid. El blues adopta la forma de recitado, a la manera de algunos de los temas del gran Lead Belly, en “Dutchman” y de rithm and blues en “She Stills Loves You” y “Eyes of a Man”. Y hay curiosas concesiones: al corrido mexicano con acompañamiento de guitarras country en “3/4 Time (Enchiladas)” e incluso al reggae en “Jamaica Moon”.
El resultado es un disco que se puede escuchar como un homenaje a uno de los grandes o como una mirada nostálgica a toda una época. Los poco más de 34 minutos que duran los diez temas saben a poco, acostumbrados como estamos a que superen los 60 o los 90 minutos, la duración habitual de los CDs actuales. Pero como se suele decir, lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Francisco R. Pastoriza\
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